Ya se olía el frío, las castañas
asadas, la cercanía de los cementerios. La peor época del año para Lucas. Él
era un chico callado, solitario y con aire misterioso. No tenía amigos, no le
hacían falta. Su refugio era su habitación sin orden alguno donde se pasaba las
horas muertas dibujando todo lo que se le pasaba por la cabeza. Mucha gente se
pensaba que era mudo, pero él no necesitaba hablar, se expresaba con el don que
tenían sus manos.
Sus paredes estaban cubiertas de
dibujos muy diferentes, abstractos, sin sentido. Pero tenían algo en común: la
oscuridad que reflejaban y la silueta borrosa de lo que parecía ser una
persona.
Sentado en su silla mientras
dibujaba, miró por la ventana hacia el horizonte y dijo: otro año más que estás
allí encerrada, pero tranquila que te tengo siempre conmigo.
ALBA DÍAZ MOLERO, 1º X